domingo, 1 de junio de 2014

El señor sin tiempo

Al señor sin tiempo le encanta de esta época la cantidad de reflejos en los que se puede ver. A veces termina de interpretar uno de sus papeles y se conversa, en alguno de los reflejos oscuros y nublados que lo encuentran en todas partes, pensando que no es él sonriendo porque se creyó su propia mentira, sino que es alguien más, alguien del otro lado del espejo que le hace un guiño y le devuelve un gesto demás.
El señor sin tiempo es un enviado del futuro o del más allá (que quizás sean lo mismo) para resolver historias trabadas. Se encarga de inventar los diálogos de situaciones sin solución. Su cargo fue creado en una asamblea de paz del año 15303, pero estuvo en Egipto intercediendo en la evolución de la escritura, en alguna caverna donde alguien inventó una expresión parecida a "te quiero" por primera vez, y en millones de plazas de todas las épocas tratando de que las personas entendieran el amor. Desde el 2000 en adelante tiene más trabajo pero trabaja menos, paradoja no de la experiencia, sino de Internet y la conectividad.
Se mira una mañana en una pantalla de teléfono apagada y se hace una mueca, sacando la lengua. Lo mandaron a inventarle diálogos a unos adolescentes otra vez. En algún otro tiempo inventó el discurso de un líder revolucionario y en otro el comunicado a la población de que el meteorito estaba por chocar contra la Tierra. Pero hoy tiene que tirar algunas frases hechas y nada más. Un trabajo de rutina. Entonces la pantalla le guiña el otro ojo. Y decide no inventar nada. Que se arreglen ellos, o que sufran un poco. Y se va a dar una vuelta por la plaza.
 Tal vez les complicó la vida, pero quizás les dio el espacio de crear algo más lindo que un romance de rutina.

Tamara

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